La Valentina: ¿Una metáfora de la presencia afrodescendiente en el Perú?

HACIA UNA POÉTICA DE LA DANZA AFROPERUANA II

La Valentina: ¿Una metáfora de la presencia afrodescendiente en el Perú?

La Valentina es una de las danzas afroperuanas más conocidas internacionalmente. De hecho, es la referencia visual de ‘cómo se ejecutan (o cómo parece que se ejecutan) los pasos de la música afroperuana en general’ que mucha gente tiene en su imaginario. Es decir, cuando suena un festejo o algún ritmo afrodescendiente peruano mucha gente comienza a bailar en medias puntas a mover la cadera y los brazos rápidamente sin que exista, necesariamente, una coordinación o una respuesta consciente entre el movimiento y la música; todo esto, evocando los movimientos de La Valentina.

Es paradójico que siendo la forma de danza más referenciada en reuniones sociales por ser el ritmo más difundido es también, entre los entendidos del tema y quienes ejercen la docencia de los ritmos afroperuanos, el ritmo menos aceptado como tradicional o como parte de un ‘verdadero’ folklore afroperuano. Pero ¿A qué se debe esto?

Estamos hablando de un tema muy particular pues el nivel de exposición que tiene invita a evaluar algunos aspectos que la marcan a fuego como una disciplina destinada a la marginación:

En primer lugar, su reciente nacimiento como expresión folklórica. Su origen no está vinculado a un misticismo de origen africano (como sería el caso del landó) y son percibibles cuáles son sus elementos fundacionales entonces, no se concibe como un ritmo fundamental de las expresiones afroperuanas como sí suele entenderse el caso del landó o la zamacueca. En segundo lugar, su carácter eminentemente femenino que la dota de ciertas cargas de género que expondremos a detalle y que la vuelve una expresión poco usual entre los ritmos afroperuanos acostumbrados a la mixtura de géneros. Además, ‘padece’ la ausencia de una técnica aceptada socialmente como parte del movimiento ‘puro’ de las danzas tradicionales afroperuanas. Sumado a todo lo anterior existen otras características que pasaremos a revisar

Pese a esto, la Valentina lejos de ser una expresión poco representativa del folklore afroperuano es tal vez, y por lejos, la que tiene más características correspondientes al proceso de marginalización que han sufrido por siglos las expresiones culturales afrodescendientes del Perú.

La Valentina es una expresión presa de su propio tiempo. Padece del intento de invisibilización por algunos, la estigmatización por sus congéneres y contemporáneos; y este es un proceso que se desprende del contexto de su aparición. Es por esto que se vuelve sumamente importante contextualizar cada una de éstas características para entender qué influencia la forma que tiene ésta expresión hoy.

Estas notas apuntan a generar un ejercicio consciente de la difusión y la fundamentación de una expresión masificada y que debería ser entendida en su cabalidad. Es una necesidad urgente entender la simbología de aquello que bailamos hoy y su por qué.

Así ¿no será entonces La Valentina una representación misma del proceso de invisibilizar o denigrar las expresiones afroperuanas en sí mismas? Y así, por decantación, ¿denigrar/invisibilizar también la presencia de una cultura afrodescendiente actual emergente y empoderada?


El antecedente histórico
Ésta expresión danzaria como la conocemos hoy toma su nombre como parte de un concurso. En la antigua peña ‘La Valentina’, dirigida por Norma Arteaga hija de Valentina Barrionuevo (famosa cantante a quien se le hace homenaje con el nombre de la peña); se organizaban concursos de baile bajo la rítmica del género musical ‘festejo’.

Hasta hoy se mantiene el modelo de concursos que re producen la misma dinámica. Suena lo que hoy se entiende como un ‘festejo de percusión´ (un festejo tocado a mucha velocidad y puramente instrumental) sale la solista a bailar y hacer una demostración de ritmo y coordinación (entre otras características como gracia, fuerza, y etcéteras que cada concurso dispone hoy). De entre todas las concursantes, la que gana era acreedora del reconocimiento ‘La Valentina De Oro’, es decir, el premio ganado en esa famosa peña y que por decantación hoy se generalizó el nombre a ‘Valentina’.

Es así que La Valentina se convierte en una categoría de festejo que se independiza de éste con el tiempo. Se convierte en una expresión que solo necesita la percusión y la bailarina. La base musical puede cambiar pero no la velocidad ni la dinámica, es la música la que sigue a la bailarina de turno. Y es ella la que juega sobre el tiempo musical para desarrollar secuencias previamente pensadas, o no.

Del concurso original han pasado más de 30 años. Pero fue tanta su influencia que marcó una tendencia. Se viralizó la dinámica y, hoy por hoy, hay concursos de Valentina en todas partes del mundo.

De todo lo anterior se desprenden varios puntos interesantes:

El proceso de masificación
El proceso de re – presentación en diferentes partes del mundo de este mismo concurso más su proliferación en medios como Internet contribuyen a dos cosas esencialmente: Convertir a La Valentina en una expresión que se difunde masivamente y, por otro lado, la populariza/visibiliza como una práctica/expresión afroperuana

Expresión joven
Es una expresión joven por dos motivos: por no tener más de 40 años como expresión independiente de las otras, y por ser ejecutada usualmente por mujeres jóvenes o cuando menos así en su original forma de competencia.

Ausencia de pureza técnica
Entre los cultores y profesionales de la danza afroperuana está difundida cierta concepción de pureza técnica para las danzas tradicionales afroperuanas pese a que no existe un consenso definitivo sobre la misma.

Colocar la planta completa del pie al bailar, la definición del recorrido de los brazos en los movimientos, la flexión de rodillas y el particular movimiento de caderas (con particularidades motivo de un siguiente escrito) son algunas de las características; con mayor o menor precisión según el docente o la fuente de turno.

Para todas estas características existe cierto nivel de consenso y de consciencia en el movimiento del cuerpo. Sin embargo, en la ejecución de La Valentina no todas las intérpretes tienen el mismo nivel de claridad para estos puntos.

Al no tener la precisión del movimiento de su lado (ya sea por la velocidad del movimiento u otros), sufrir la ausencia de la planta del pie completamente colocada en la tierra, la ausencia de la coordinación de oposición de brazos y piernas, entre otros detalles; se decanta que la ejecución de la danza no está realizada conscientemente, lo cual juega en contra de la presencia o la intención de la bailarina de turno. Valga la aclaración, no son todos los casos así puesto que la fuerza de La Valentina radica justamente en hacer foco en mover con mucha potencia algunas partes del cuerpo independientemente del resto, aunque esto implica mover involuntariamente otras.

Todas las danzas tradicionales tienen una interpretación propia, un mensaje vehiculizado por el cuerpo. El disgusto que genera La Valentina está enfocado principalmente en que ésta danza carece de sentido al ser solo el movimiento por el movimiento.

Vemos a los bailarines marcar los movimientos muy claramente o muy energéticamete poniendo foco en una zona específica, ¿pero a costo de qué? ¿De sacrificar el sentido de una danza? ¿Un mensaje?

Habría que pensar qué mensaje busca brindar La Valentina si, inicialmente, nació como una danza sin un sentido específico salvo la necesidad de la muestra del virtuosismo para ganar una competencia entre mujeres.

Carácter competitivo
Ya el hecho de nacer bajo el ala de un concurso viene con una carga fuerte, una marca indeleble. La exigencia de la competencia, la dureza de que un alguien se convierta en ganador y varios otros en perdedores. Existir bajo la necesidad de la recompensa, y si no se llega a eso, se fracasa. La necesidad de existir bajo ciertos reglamentos, las normas me rigen como creación cultural por tanto fuera de esas normas no existo. Así de duro es nacer bajo la sentencia de una competencia; y peor aún, una competencia entre pares femeninos.

Entonces, La Valentina aparece bajo condiciones que no son los mismos términos bajo los que nace el festejo, el landó, la marinera ni tantas otras construcciones/deconstrucciones culturales peruanas. Sin embargo, es una construcción cultural que ha ido dotándose de valor hasta convertirse en uno de los ritmos peruanos más bailados y representados dentro y fuera del Perú.

El vestuario
El vestuario de La Valentina es una minifalda, una blusa corta que suele mostrar la cintura y nada más, salvo aditamentos como aretes. Por supuesto, la elección de este traje no es una cuestión inocente.

Como sabemos, la forma tradicional de muchos trajes de folklore latinoamericano responde a los patrones estéticos de la época entre 1500 y 1800; es decir se tiene como base una falda larga y una blusa de mangas cortas o largas para la mujer, así como la camisa y el pantalón largo para el varón. Se le agregan elementos de acuerdo a la zona y la condición de quien se re – presente.

Para la década de los 70’s del siglo XX no eran pocas las demostraciones de reivindicación feminista. La minifalda, así como la reducción de vestuario en las prendas femeninas forman parte de los pronunciamientos feministas. Así en Brasil las bailarinas de samba de la época van reduciendo sus vestuarios para mostrarse abiertamente al público en una demostración de fuerza y empoderamiento. El Perú no era ajeno a éste tipo de demostraciones y el uso de la minifalda en los concursos de valentina se convirtió en un denominador común.

Un pronunciamiento revolucionario para la época ser mujer, afrodescendiente y no tener miedo a mostrar el cuerpo ni la fuerza de éste en una situación de exposición pública. Probablemente sea el conservadurismo de nuestro país el que nos hace pensar que el uso del traje corto debe ser un motivo para defenestrar ésta expresión cuando resulta ser el símbolo de todo un movimiento liberador.

Carácter eminentemente femenino
Es una danza de competencia casi exclusivamente para mujeres. En la actualidad los concursos de danzas afroperuanas juegan con la dinámica de La Valentina es decir solos de mujeres, los duetos o parejas, o las coreografías. No suele verse varones compitiendo de manera unipersonal entre ellos.

La época en que aparece La Valentina es un periodo de formación de identidad nacional en el Perú y de tiempos de prejuicios con los cuerpos. Las luchas feministas del mundo y el proceso de cosificación de la mujer en el país se establecen en estas décadas por lo que la mujer sola en traje corto y moviendo las caderas contribuye a que cierto sector vea La Valentina como un entretenimiento y no como una danza tradicional; mientras que otro, encuentra en ella la referencia de mujer empoderada que está apta para mostrar toda la fuerza de su cuerpo públicamente y sin temor.

El estereotipo de cómo tiene que ser la intérprete de Valentina implica, sobre todo, mucha fuerza pélvica, pero es un ejercicio de exigencia para todo el cuerpo. Y todo esto tiene que suceder en consonancia con la música.

A modo de conclusión
Revisando los antecedentes La Valentina tal vez no entra en la categoría de una expresión folklórica tradicional anclada en el misticismo litúrgico o en una idea romántica de las expresiones de matriz africanas con seres mitológicos como se quiere hacer creer que tienen danzas como el festejo o el mismo landó; sino por el contrario cabe mejor en un concepto más contemporáneo de folklore puesto que no deja de ser una práctica popular (toma la base del festejo) que va mutando en la práctica misma (incluso en los concursos o su práctica fuera de estos) pero que se mantiene popularizada por la interpretación que la gente hace de la misma en eventos socializantes.

La Valentina es una muestra de supervivencia de la mujer afrodescendiente empoderada de los años en que aparece y que, si bien nace bajo un contexto poco favorable como es el ámbito de los concursos en las peñas (que sostienen los estereotipos de una sociedad racista donde los negros bailan danzas de negros y los cholos danzas de cholos), ha sabido imponerse en el tiempo y pese a la discriminación para convertirse en la más difundida y conocida forma de las expresiones afroperuanas a nivel mundial.

Es así que para su contexto original La Valentina era la representación discreta/indiscreta de la mujer de turno apoderándose y marcando una presencia fuerte en el espacio que habita (no solo físico sino simbólico) y que responde a las construcciones y decontrucciones de femeneidad de la época ya sea que hablemos de la música, el vestuario o cualquier aspecto que la atañe.

Así, la banalización de las expresiones culturales de las décadas posteriores, el racismo patente en la sociedad peruana, la masificación del arte a la manera en que la entiende Walter Benjamin (reproducción/repetición sin entender su sentido de fondo), la poca valorización de la producción artística femenina en sociedades machistas, y las características propias de la danza mencionadas líneas arriba han logrado que con el pasar del tiempo se pierda el sentido original de una expresión que aparece como revolucionaria y empoderante para su época pero que ha sido convenientemente invisibilizada a través de los años para hacerla inofensiva, mostrarla superficial y encerrarla en un ámbito de competencia femenina nocivo para sus congéneres.

La Valentina es, en ese sentido, una metáfora de la historia de nuestra cultura afroperuana que por siglos ha sido maniatada, vanalizada, comercializada y puesta en la vitrina de un restaurante de comida criolla; pero que pese a esto se empodera y conquista espacios de aceptación e integración real entre sus pares, en una sociedad que la discrimina.

Pasa en la danza, pasa en la vida.


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